Oportunidades para la agricultura sostenible: biodiversidad, soberanía alimentaria, seguridad. Y el papel crucial de los pequeños agricultores.

El futuro: la agricultura sostenible y qué podemos hacer nosotros mismos.

Proteger el suelo y el derecho a la alimentación para todos: los consumidores alrededor del mundo pueden decidir qué tipo de apoyo agrícola de modelo, de gestos diarios. El resultado es global.
Enfoque de una agricultura sostenible proporciona la capacidad de acceso de los pequeños agricultores a los recursos productivos y a poseer y utilizar para asegurar su sustento.
Agricultura sostenible puede mitigar el cambio climático reduciendo la dependencia de combustibles fósiles y las necesidades de energía reduciendo el uso de fertilizantes nitrogenados.
Prácticas como la rotación de cultivos aumentan la disponibilidad de alimentos durante todo el año y ofrecen una mayor flexibilidad a los fenómenos meteorológicos extremos. Por último, los pequeños productores proporcionan más de la mitad del producto de alimentos en el mundo. Contribuyen más de 90% a la producción agrícola en África.

 
Una posible definición
La agricultura “sostenible” combina tres objetivos principales: la protección del medioambiente, la rentabilidad y la igualdad social y económica. Desde un punto de vista más general, la agricultura sostenible defiende la capacidad de los agricultores y, en particular, la de los pequeños productores y la de las familias agrícolas para conseguir y poseer aquellos recursos de producción que necesitan, tales como la tierra, el agua, los bosques, los pastos, los genes y las semillas. Promueve, además, un uso de los recursos que garantice el sustento, el cultivo y el desarrollo por medio de métodos y tecnologías que sean respetuosos con la economía, la sociedad y el medio ambiente.
Dicho enfoque concede más poder a la comunidad agrícola para aumentar sus beneficios y controlar sus sistemas de producción, incluyendo entre ellos la transformación y la comercialización de los productos agrícolas.
La agricultura sostenible defiende que las empresas agrícolas sean capaces de producir alimentos sin dañar la tierra, los ecosistemas y el “capital humano”, así como de reducir (o eliminar) la dependencia de factores externos como, por ejemplo, los fertilizantes o los pesticidas químicos.
 
   
Beneficios para el clima
La agricultura sostenible puede controlar el cambio climático disminuyendo la dependencia de los combustibles fósiles y del consumo de energía y, sobre todo, reduciendo el uso de los fertilizantes de nitrógeno. De todas las emisiones mundiales derivadas de actividades humanas, en 2005 el 50 % del oxido de nitrógeno y, aproximadamente, el 47 % del metano (cuya repercusión es importante en el calentamiento global) procedieron de la agricultura. Las emisiones de óxido nitroso de la agricultura se producen principalmente por el uso de fertilizantes de nitrógeno y estiércol; de hecho, a menudo se utilizan en exceso y los cultivos no los aprovechan completamente. No obstante, la digestión fermentativa de los rumiantes y el cultivo de arrozales inundados contribuyen también a aumentar las emisiones de metano generadas en la agricultura.
   
   
Menor uso de combustibles fósiles
La industria agrícola depende en gran medida de los combustibles fósiles. La producción y la distribución de los fertilizantes sintéticos tienen una influencia significativa en las emisiones de gas de efecto invernadero, en concreto, generan entre el 0,6 % y el 1,2 % del total de las emisiones. La razón es que, por un lado, la producción de fertilizantes necesita de una gran cantidad de energía, con la ulterior emisión de dióxido de carbono; y, por otro, la producción de nitrato genera también óxido nitroso. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) ha indicado que en la agricultura orgánica las emisiones de dióxido de carbono se reducen entre un 48 % y un 60 % y, además, que el consumo de energía disminuye entre un 25 % y un 50 %, en comparación con el de la agricultura tradicional. Algunas prácticas (el compostaje, por ejemplo) ayudan a «secuestrar» el dióxido de carbono y a aumentar la sustancia orgánica del suelo. La forestación y la vegetación, ampliamente respaldadas por la agricultura sostenible, también favorecen el control las emisiones de dióxido de carbono.
Por último, la agricultura sostenible mejora la «resiliencia», es decir, la capacidad de adaptación a las crisis climáticas. La rotación de cultivos, entre otros métodos, ayuda a contar con alimentos disponibles durante todo el año, a diversificar los productos alimenticios y las semillas y a conseguir una mayor flexibilidad para hacer frente a los posibles cambios climáticos extremos.
 
   
El escandaloso desperdicio de alimentos
Según un estudio de la FAO, de todos los alimentos que se producen anualmente para el consumo humano, aproximadamente un tercio (unos 1.300 millones de toneladas) se pierde o se malgasta. Los países industrializados y los países en vías de desarrollos malgastan una cantidad similar de alimentos, en concreto, 670 y 630 millones de toneladas, respectivamente. Las personas consumidoras de los países ricos desperdician al año una cantidad de alimentos (222 millones de toneladas) que equivale a la producción alimenticia neta total del África subsahariana (230 millones de toneladas). Los alimentos que se desperdician con más frecuencia son la fruta, las verduras, los tubérculos y las raíces. La cantidad total de los alimentos que se pierden o se malgastan al año equivale a más de la mitad de la cantidad total de cereales que se producen anualmente en el mundo (2.300 millones de toneladas en el período 2009-2010).
   
   
Normas de calidad
Más concretamente, una gran cantidad de comida se desperdicia a causa de las normas de calidad, ya que valoran excesivamente el aspecto de los alimentos. A través de un estudio se ha demostrado que las personas consumidoras estarían dispuestas a comprar productos alimenticios que no cumpliesen dichas normas sobre su aspecto, siempre y cuando los alimentos fuesen seguros y tuviesen buen sabor. Por tanto, los consumidores tienen el poder de influir en la determinación de las normas de calidad y, según los resultados de dicho estudio, deberían ejercitarlo. El informe de la FAO también sugiere la venta directa desde el campo para evitar la necesidad de cumplir las normas de calidad de los supermercados. Ese tipo de venta podría llevarse a cabo en comercios y mercados gestionados por los propios productores. Además, deberíamos buscar usos alternativos para los alimentos que en caso contrario acabarán en la basura.
   
   
Comprar más de lo que necesitamos
Las personas consumidoras de los países ricos tienden a comprar más de lo que realmente necesitan. Un ejemplo de ello es la clásica oferta “2 x 1” que vemos a menudo, y otro las raciones excesivamente copiosas de las comidas preparadas que produce la industria alimenticia. Unido a ello, tenemos también los menús de autoservicio que en muchos restaurantes se ofrecen por un precio fijo, lo cual anima a las personas consumidoras a servirse otra ración sin necesidad. En el informe se señala que, por lo general, las personas consumidoras no planean sus compras de manera adecuada. Como consecuencia, algunos alimentos «caducan» antes de haberse utilizado y a menudo se tiran a la basura
 
   
El papel de los pequeños productores
Vía Campesina explica: «Aunque la industria agro-alimentaria controla la mayor parte del terreno cultivable en casi todos los países del mundo, son nuestros agricultores los que hacen posible que haya alimentos disponibles diariamente. Los agricultores controlan en todo el  mundo menos de la mitad del terreno agrícola, y, sin embargo, son los productores de la mayor parte de los alimentos que consumimos. En Brasil, por ejemplo, los pequeños productores aportan el 87 % de la mandioca, el 70 % de las alubias, el 46 % del maíz, el 34 % del arroz, el 58 % de la leche, el 50 % de la carne de ave, el 59 % de la carne de porcino, el 30 % de la carne de ganado vacuno y el 38 % del café, además de muchos otros productos alimenticios. Sin embargo, aunque generan el 40 % del valor agrícola del país, los agricultores poseen menos del 25 % del suelo cultivable. Tanto para los agricultores como para las familias productoras la producción de alimentos es su vocación. La vocación de la industria agro-alimentaria es la exportación».
 
   
Los pequeños productores son quienes alimentan a la población mundial
Tres cuartas partes de la población mundial viven en la pobreza y el 70 % de las personas que padecen hambre viven en comunidades rurales donde la agricultura a pequeña escala produce sustento y recursos alimenticios. Los pequeños productores suministran más de la mitad de todos los alimentos que se consumen en el mundo. Son responsables de más del 90 % de la producción agrícola en África y de la mayor parte del maíz, las alubias y las patatas que se cultivan para el consumo interno en América Latina.
Según los datos ofrecidos por ActionAid, en los países pobres cerca de 2.000 millones de personas dependen de la agricultura para sobrevivir. Las gran mayoría de la mano de obra agrícola está formada por mujeres que producen la mayor parte de los alimentos que se consumen dentro del ámbito local. De los 525 millones de empresas agrícolas que hay en el mundo, aproximadamente 404 corresponden a empresas agrícolas pequeñas que cuentan con dos hectáreas de terreno o menos
   
¿A qué nos referimos cuando hablamos de una cadena larga?
El número de intermediarios entre los productores agrícolas y el consumidor final puede llegar a ser enorme y, tal y como hemos visto, incluir numerosas partes. Entre ellos se incluyen los mayoristas, las bolsas de valores internacionales, las compañías multinacionales de alimentos y las grandes cadenas de distribución. En cada fase, el valor del producto pasa del productor a los otros eslabones de la cadena. El resultado es una forma de economía insostenible para los pequeños productores que, a menudo, conlleva también verdadera explotación. La búsqueda para asegurar el beneficio a lo largo de la cadena es la fuerza motriz de un sistema productivo que se apoya en la agricultura intensiva, el comercio internacional y el fracaso en la protección del medio ambiente. Para aumentar los beneficios, se opta por reducir la calidad del propio producto en perjuicio de las personas consumidoras, que son quienes financian la mayor parte del coste del marketing y las campañas publicitarias.
   
¿A qué nos referimos cuando hablamos de una cadena corta?
Reducir los intermediarios entre el productor agrícola y el consumidor final tiene ventajas significativas.  Además de la ventaja respecto al precio, la mayor parte del valor queda en manos del productor, lo cual asegura su sostenibilidad desde el punto de vista económico y legal. La relación directa entre el productor y el consumidor eleva el grado de confianza entre ambas partes, garantiza la calidad de los productos y fomenta el cumplimento de los acuerdos adoptados. Si la cadena es corta, disminuye también el impacto sobre el medio ambiente ya que se reducen las transferencias y el desperdicio, al tiempo que aumenta el respeto por la biodiversidad y la soberanía alimentaria.
   
Biodiversidad
El 90 % de la dieta de origen animal de los humanos proviene de 14 especies de mamíferos y aves, y sólo cuatro especies (el trigo, el maíz, el arroz y las patatas) suministran al organismo la mitad de la energía de origen vegetal que consume. La FAO calcula que durante el siglo pasado desaparecieron las tres cuartas partes de la diversidad genética de las cosechas agrícolas. Es más, de las 6.300 especies animales, 1.350 están en peligro de extinción o ya han desaparecido. La agricultura moderna anima a muchos agricultores a que utilicen las mismas especies de plantas para sus cosechas o a que críen las mismas especies de animales. Sin embargo, si los productores alimenticios se olvidan de la diversidad, es posible que desaparezcan muchas variedades y especies, y junto con ellas, sus características genéticas específicas. Para los agricultores más pobres, la biodiversidad puede suponer la mejor forma de protegerse contra el hambre. La posibilidad de contar con una gama más amplia de productos alimenticios de origen animal y vegetal también beneficiaría  a las personas consumidoras ya que les permitiría disfrutar de una dieta nutritiva, dato que es particularmente importante en el caso de las personas que viven en comunidades locales con poco acceso a los mercados.  
Teniendo en cuenta que más del 40 % de la tierra se destina a la agricultura, los agricultores son los mayores responsables de la protección de la diversidad. Si aplicasen métodos tales como el barbecho, la agricultura orgánica, la rotación de cultivos y redujesen el uso de los pesticidas, los agricultores serían capaces de  mantener el frágil equilibrio entre la tierra y los ecosistemas circundantes.
 
   
La soberanía alimentaria
«La soberanía alimentaria es el derecho que todos los pueblos tienen a una alimentación sana y culturalmente apropiada, obtenida a través de métodos sostenibles y ecológicos. Esto incluye también el derecho a definir sus propias políticas alimentarias y agrícolas». Así definió Nyeleni  «soberanía alimentaria» en el Foro 2007 (en Mali).
La soberanía alimentaria facilita una estrategia para resistir y acabar con el sistema de comercio de alimentos actual apoyado por las corporaciones. La estrategia, centrada en los productores y usuarios locales, se dirige directamente a los alimentos, a la agricultura y a los sistemas ganaderos y pesqueros. En ese sentido, prioriza los mercados y las economías del ámbito local y nacional, promueve el comercio transparente, garantiza beneficios equitativos para todos y asegura el derecho de las personas consumidoras a controlar su propia alimentación. Garantiza que las personas que producen los alimentos tengan también el derecho a utilizar y a gestionar la tierra, los campos, el agua, las semillas, el ganado y la biodiversidad. Por último, la soberanía alimentaria «supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdad entre mujeres y hombres, pueblos, grupos étnicos, clases económicas y generaciones».
   
Los grupos de compra comunitaria
En todo el mundo se están desarrollando métodos alternativos de distribución de productos alimenticios como alternativa a esos otros que conocemos tan bien (supermercados y centros comerciales). En busca de conseguir mejores productos a coste reducido, grupos de ciudadanos y ciudadanas se reúnen para colaborar con los productores de su zona y comprar sus productos. Estos grupos están a favor de la agricultura local y orgánica y forman parte de una especie de experiencia agrícola y social.
Se trata de un mecanismo que está empezando a ocupar el lugar de la cadena tradicional: las personas consumidoras y las productoras acuerdan el tipo y la cantidad de alimentos necesarios, fijan un precio de antemano y se garantiza el pago por anticipado al productor. La distribución se lleva a cabo con menos impacto para el medio ambiente.
   

Lista de la compra n.º 1: Qué comprar y qué no

1.    Priorice la autogeneración, la recuperación y la reutilización

2.    Lea las etiquetas

3.    Guíese por las estaciones del año

4.    Evite desperdiciar alimentos

5.    Evite los envases

6.    Criterios que deberíamos seguir para hacer la compra: alimentos orgánicos, cadena corta, Km 0, biodiversidad, alimentos "sociales",  exentos de prácticas crueles, exentos de «pizzo» (extorsión).

   

Lista de la compra n.º 2: Dónde comprar y por qué

1.    Favorezca la pequeña distribución organizada frente a la grande (GDO).

2.    Busque el grupo de compra comunitaria más cercano

3.    Si es posible, utilice empresas orgánicas que entreguen los alimentos a domicilio

4.    Visite jardines compartidos

5.    De prioridad a las ventas directas y a los mercados agrícolas

6.    Elija el comercio justo y basado en la comunidad.