Los problemas de la agricultura mundial hoy. Un círculo vicioso entre monocultivos, multinacionales, finanzas.

El presente: los problemas del sistema agrícola mundial

Hoy los monocultivos y los combustibles fósiles amenazan a productores y consumidores en todo el mundo. La pérdida de biodiversidad es un mal en sí mismo en términos de cambios en el entorno, independientemente de la naturaleza de los daños que puedan producir alimentos en los seres humanos. 
Uso intensivo de fertilizantes, pesticidas y herbicidas, ha sido y sigue siendo una importante fuente de contaminación de suelos y aguas superficiales es que en el fondo. 
Agricultura intensiva y monocultural, así como otras prácticas agrícolas o erróneas también es responsable de la degradación de suelos. los países más pobres son los agricultores dependen de las corporaciones multinacionales. Estos, comprar las superficies de suelo grandes lejos de los agricultores (land grabbing).

 
La subida de los precios de los productos agrícolas
El índice de precios de los alimentos de la FAO mide las tendencias de los precios de algunas de las materias primas alimenticias más importantes. Desde principios de 2007 hasta marzo de 2008 ha subido un 71 %, en concreto, durante ese período el precio del trigo aumentó un 80 % y el del maíz un 90 %.
   
Las consecuencias para la población pobre
Las personas consumidoras de todo el mundo tienen que pagar más dinero por los alimentos. En los países del hemisferio norte una persona media gasta entre el 10 % y el 15 % de sus ingresos en alimentos. Entre las familias más pobres del hemisferio sur el porcentaje del gasto oscila entre el 50 % y el 90 %. La subida de precios de los alimentos y los productos alimenticios, unida al descenso de los ingresos provocado por la crisis económica mundial, ha dejado como consecuencia que en 2007 la cifra de personas permanentemente mal alimentadas o desnutridas aumentase en 75 millones y que en 2008 a la misma cifra se sumasen otros  40 millones más.
 
Los monopolios agrícolas
Como ha sucedido siempre en la agricultura, en la actualidad los mercados de numerosos e importantes productos alimenticios y materias primas también están controlados por una minoría, lo que lleva a la creación de oligopolios o incluso monopolios. Por ejemplo, el 90 % del comercio de cereal mundial está en manos de cinco empresas privadas (Cargill Inc., de Estados Unidos; Bunge Ltd., de Bermudas; Archer Daniels Midland, de Estados Unidos; Louis Dreyfus, de Francia y Marubeni, de Japón).
   
Los mercados de valores agrícolas
Aunque son los pequeños productores los que producen la mayor parte de los alimentos, y los mercados de valores internacionales sólo están interesados en una pequeña parte ellos, es la actividad de dichas bolsas internacionales la que impone los precios finales de  mercado. En los mercados locales es posible que los precios varíen según las condiciones de producción, el clima u otros factores. Sin embargo, es inevitable que los precios que deciden las bolsas de Chicago, Londres y unos pocos mercados de valores internacionales sean, nos guste o no, los que el resto del mundo tiene que tomar como referencia.
 
Incluso el clima tiene precio
A lo largo de la historia, los fenómenos naturales siempre han influido en el precio de los productos agrícolas; sin embargo, gracias al cambio climático, la incertidumbre es mucho mayor hoy en día. Las sequías, las inundaciones y otros fenómenos atmosféricos son cada vez más frecuentes y también más extremos. Además, a las consecuencias directas del cambio climático tenemos que sumar la contaminación, la inestabilidad hidrogeológica, el consumo que la urbanización y la industrialización hacen del terreno cultivable y la agricultura intensiva, que es la causa de la degradación de muchos terrenos...
 
Los pequeños mercados
Otra característica típica de los productos agrícolas es el hecho de que no existe un mercado único, sino que en su lugar hay diferentes puntos de intercambio en niveles diferentes. Por ello, primero están los mercados locales de los pueblos o núcleos pequeños, seguidos por los mercados regionales, luego por los nacionales y, finalmente, por los mercados internacionales en el caso de algunos de los productos. Sin embargo, antes de entrar a considerar lo expuesto anteriormente, hay que recordar que, salvo en contadas excepciones, la mayor parte de las materias primas que se producen para la dieta humana no se ponen a la venta en los mercados, sino que se destinan a la propia manutención de los agricultores que los producen y sus familias; se intercambian, como mucho, con otros agricultores de la zona mediante acuerdos económicos informales. El porcentaje de productos que interesa a las bolsas de valores internacionales, incluyendo entre ellos los productos cultivados mediante la agricultura intensiva de escala industrial o los que se distribuyen en dichas bolsas internacionales es  considerablemente inferior al porcentaje producido para el consumo local.
 
El mundo es rural
Las familias rurales y los agricultores producen más de la mitad de los alimentos mundiales y, sin embargo, el 75 % de los 1.000 millones de personas que sufren por inanición viven en áreas rurales del hemisferio sur. Resulta paradójico que la subida del precio de los alimentos esté teniendo como consecuencia el aumento del hambre y de la pobreza, y que además esté afectando principalmente a los agricultores. No obstante, debemos tener en cuenta que la mayoría de los agricultores sólo consigue producir un número reducido de materias primas –a menudo, solamente  una–, debido al tamaño de sus infraestructuras, al tipo de suelo y a muchos otros factores.
 
Los agricultores están a merced de la volatilidad
Tal y como se ha mencionado, los agricultores, debido al reducido número de materias primas que producen, necesitan comprar otros productos y pagar por ellos precios que se han decidido sin apenas contar con ellos. Las subidas de los precios benefician solamente a los intermediarios, los minoristas y los oligopolios que forman parte de la cadena de distribución. A los agricultores, por el contrario, les dejan un beneficio ínfimo.
La volatilidad de los precios hace que resulte difícil pasar de producir un producto a producir otro. La razón no radica sólo en las limitadas opciones de compra de semillas y el elevado (a menudo prohibitivo) coste del cambio de la producción, sino también en que dicho proceso, desde que se toma la decisión hasta el momento de la cosecha, puede llegar a durar meses.
 
Pprecios disparados
En los últimos años el mercado agrícola internacional ha cambiado radicalmente. De hecho, desde 2006, los precios de todos los productos agrícolas no han dejado de subir. Entre 2007 y 2008, el precio del arroz aumentó el 224 %, el del trigo el 118 % y el del maíz el 77 %. La consecuencia inmediata de estas subidas ha sido el aumento del número de personas que no pueden acceder a los alimentos y que, por tanto, padecen hambre: la cifra alcanzó los 1.230 millones de personas en 2009
 
El aumento de la pobreza
Tras analizar el impacto que la segunda oleada de subidas de precios ha tenido sobre la pobreza, el Banco Mundial ha calculado que en 2010 el número de personas pobres ha aumentado en 43,7 millones y que 9,5 millones de esas personas viven en países de rentas bajas y medias. El análisis de las tendencias de los precios de los cereales entre 2006 y 2011 muestra que ha habido más aumentos que descensos, lo que significa un aumento general de los precios. En comparación con el período 1990-2006, además de no recuperar los niveles anteriores a la crisis (iniciada entre 2007 y 2008), se han duplicado la volatilidad de los precios y la velocidad a la que suben y bajan. Las previsiones de la FAO sobre los precios de los productos agrícolas para los próximos diez años sugieren que la subida media del precio de los cereales será de un 20 % (en comparación con los datos de la década 2000-2010) y que los precios del ganado aumentarán un 30 %. El impacto que dicha volatilidad tiene en los ingresos familiares y en la capacidad de compra puede empujar al sector más vulnerable de la población a una espiral de hambre y de pobreza. Pero eso no es todo. Dicha volatilidad también tiene un impacto negativo en la capacidad de innovación de los productores y en sus posibilidades de inversión, especialmente, si se trata de inversiones que exigen una gran aportación económica inicial para la que es necesario solicitar un préstamo. Cada uno de los mercados tiene un tipo de volatilidad característica y el origen de dicha volatilidad reside en factores específicos que son decisivos y únicos en cada contexto.
   
Mercados agrícolas y energéticos
El aumento de los precios de los productos agrícolas ha coincido con la subida de los precios de la energía, en concreto, con la subida del precio del petróleo. La subida acarrea dificultades puesto que el modelo intensivo de producción y comercio agrícola depende del petróleo para el uso de los fertilizantes, los pesticidas, la maquinaria y el transporte. En la actualidad, a causa del auge de la producción de biocombustibles registrado en los últimos años, hay un nuevo sector que absorbe los productos agrícolas. Como consecuencia, se han integrado dos mercados nuevos y la relación entre el precio de algunos productos agrícolas (el cultivo del maíz y el oleaginoso) y el precio del petróleo es aún más estrecha.
En el contexto internacional, el precio de algunos productos básicos agrícolas está estrechamente unido al del petróleo. Un ejemplo claro de ello es el caso del maíz que se utiliza para producir etanol. En cuanto el precio del petróleo sobrepasa cierto umbral, si su precio sube un 1 %, el precio del maíz aumenta respectivamente cerca de un 0,9 %. Según los datos de la FAO, esta correlación se observa también en el aceite de colza, en el de soja y en el de palma, que son tres productos básicos utilizados para producir biocombustibles. Los biocombustibles son, por tanto, una de las causas de la disminución de las existencias mundiales, con el subsiguiente impacto en la dinámica de los precios de los productos agrícolas.  
La creciente producción de biocombustibles aumenta los precios de los productos básicos primarios que se utilizan para producirlos y también su volatilidad.
   
El impacto de la crisis financiera en la agricultura
Durante los últimos diez años, en los mercados de algunos productos primarios, entre ellos los de los productos agrícolas, han aparecido inversores no tradicionales, como por ejemplo, inversores institucionales, bancos de inversión, hedge funds (fondos de alto riesgo) y fondos de pensiones. Gracias a la desregularización de mercados de derivados prometida por EE.UU., entre 2003 y 2008 la inversión en derivados de productos básicos pasó de 13.000 a 317.000 millones de dólares y en la mayoría de los casos se hizo a través de fondos basados en índices de materias primas
   
Problemas estructurales
Las raíces de la lucha de los agricultores en todo el mundo son muy profundas. Desde los años 80, los sectores públicos y los privados se habían mostrado poco interesados en invertir en el sector agrícola, ocasionando el empobrecimiento de las personas de dicho sector. Hoy en día, el sector de la agricultura despierta más interés, pero en forma de especulación.
La mayoría de los agricultores sigue sin tener acceso a los terrenos cultivables, a los créditos, a una educación apropiada o a la maquinaria agrícola técnica que necesita para la producción alimentaria y ganadera.
Es más, a menudo tampoco pueden llevar sus productos a los mercados ya que las personas que viven en las ciudades (más del 50 % de la población actual) consumen muchos más alimentos importados que alimentos locales. De esa manera, el consumo favorece los mecanismos de los mercados internacionales, a pesar de ser insostenibles e ineficaces.
   
Los jornaleros y las jornaleras
Cuatro de cada diez personas del mundo trabajan en el sector agrícola, dicho de otra manera, más de 1.200 millones de personas, de las  que el 42 % son mujeres. En África el porcentaje de mujeres que trabaja en el campo asciende al 60 %. 
Para todas esas personas, el acceso a la tierra es un problema antiguo. En el caso de las mujeres, dicho problema es aún más grave. En comparación con sus “colegas” de sexo masculino, las mujeres poseen menos tierra, menos cabezas de ganado y utilizan una menor variedad de semillas y fertilizantes; una desigualdad que se observa en todo el mundo. Y no acaba ahí. Las mujeres encuentran más dificultades para conseguir créditos y seguros, además de tener menos acceso a la educación. 
En el África subsahariana, por ejemplo, las mujeres agricultoras constituyen un 65 % del total, pero solamente poseen el 15 % del suelo.
   
Las cadenas de distribución
Las primeras 30 cadenas minoristas gestionan un tercio de las ventas mundiales de bienes consumibles. El comercio mundial de los pesticidas está controlado por seis multinacionales. En el mercado de las semillas, hoy en día, hay un 82 % de productos patentados y diez empresas venden aproximadamente el 70 % de ellos. Entre dichas empresas están Monsanto y DuPont (de Estados Unidos) que cubren el 40 % de todo el mercado. Las primeras diez empresas controlan el 26 % de los productos envasados del mercado (Nestlé, Pepsi, Unilever, etc.)
   
Alimentos modificados genéticamente
La mayoría de las personas que padecen hambre viven en países en los que en realidad no faltan alimentos, sino que sobran. Las subvenciones para la exportación, los precios reducidos artificialmente y la Organización Mundial del Comercio (OMC) están favoreciendo el dumping de los países ricos a los países pobres. Mediante dicha práctica, basada en un modelo de comercio agrícola injusto, el excedente de productos de la agricultura se pone a la venta en los mercados internacionales por debajo del precio que cuesta producirlos en su mercado de origen. Tanto en el ámbito nacional como en el internacional, las investigaciones que se hacen sobre agricultura están más enfocadas hacia los modelos agrícolas industriales que hacia las necesidades de los pequeños agricultores.
Por otro lado, soluciones técnicas como la modificación genética no van a poner fin al problema de la seguridad alimentaria. Para poder comer necesitamos contar con terreno en el que cultivar comida o dinero para comprar alimentos. Las «soluciones» tecnológicas, por ejemplo, la modificación genética, enmascaran los problemas sociales, políticos y económicos que son la auténtica raíz del problema del hambre. Tal y como afirma Greenpeace: «el caso de Argentina, el segundo productor más grande de alimentos genéticamente modificados y el único país en vías de desarrollo que los cultiva en grandes cantidades, demuestra claramente que los organismos transgénicos no ayudan a mejorar la seguridad alimentaria. Aunque Argentina exporta al año millones de toneladas de soja genéticamente modificada como alimento para el ganado, la población argentina no tiene aseguradas las comidas diarias».
   
Las consecuencias de la política agraria común europea en el hemisferio sur
Hoy en día, uno de los principales problemas de la inseguridad alimentaria de los países es que cada vez dependen más de las importaciones de alimentos, un proceso que comenzó en 1980. La política agraria común (PAC) y la práctica actual de colocar el excedente de los alimentos europeos por debajo de su precio de coste han contribuido a que la inseguridad alimentaria aumente y empeore en muchas partes del mundo. En el mercado mundial actual, dos tercios de los países en vías de desarrollo son importadores netos de alimentos, en particular, de productos básicos tales como cereales, lácteos, productos oleaginosos, carne y azúcar. Los cereales siguen siendo el mayor ingrediente de la dieta humana, en particular, en aquellos países del sur en los que el trigo, el maíz, el arroz, el sorgo y el mijo aportan el 54 % del total de calorías. Los principales exportadores de cereales son un puñado de países industrializados, lo cual obliga a los países en vías de desarrollo a depender del mercado mundial. La FAO calcula que en el período 2010-2011 se importaron 275 toneladas de cereales en todo el mundo y que 212 de esas toneladas se vendieron a países en vías de desarrollo. La Unión Europea es el segundo exportador mundial más grande de trigo y en las tres últimas campañas de comercio minorista (desde 2008/09 hasta 2010/11) consiguió el control del 17 % del mercado mundial. África se ha convertido en el principal destino de las exportaciones de trigo de la Unión Europea; de hecho, compra las tres cuartas partes de los cereales que se venden en el mercado internacional.
 

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